Hoy nos toca la cuarta etapa. Con ella, pasamos el “ecuador” de nuestro camino. Serán 23 kms, una de los trayectos más largos, comenzaremos en Pontevedra y llegaremos hasta Caldas de Reis.
Cuando partimos de Santiago, aún amanece. Llegamos a Pontevedra, y Jorge, nuestro conductor, nos deja en la explanada de la estación, junto albergue de la Virgen del Camino donde nos quedamos ayer. Nos toca callejear bastante por Pontevedra, una ciudad grande, que se ve aún más si cabe con el movimiento de todo el mundo camino al trabajo. En la primera cafetería que vemos, los “cafeteros” paran a tomar un primer café en condiciones, el del hotel es más bien “pucherete”.
Encontramos la catedral, paramos un momento a verla, y seguimos nuestro camino. Justo frente a la misma, nos encontramos una furgoneta vendiendo artículos de la vuelta ciclista a España, que más tarde pasaría por aquí. Que poco “pega” esto en el Camino de Santiago, o mejor, que forma más especial de hacer el camino, a lomos de una bicicleta de competición, y precedido de una cabalgata publicitaria!!
Tras caminar entre las callejuelas de Pontevedra, Rafa García echa de menos su gorra; aunque tratamos de convencerlo prestándole otra, no se resiste a volver por ella, pensando que se la dejo en la catedral; es un recuerdo y no quiere perderla. Fernando se ofrece a acompañarlo y Rafa Muriel y yo aflojamos la marcha para esperarlos.
Después de un buen rato de espera en un cruce de calles, nos entretenemos hablando con un paisano de un extraño comercio donde podemos encontrar desde productos congelados, calzado, hasta toneles para el vino. Caemos en que hace tiempo que no aparecen, los llamamos por teléfono y efectivamente, se han perdido! Tras un rato de darnos mutuamente referencias, conseguimos reencontrarnos junto a un polideportivo. Reanudamos la marcha.
Sobre las diez y media encontramos el autobús, nos reagrupamos todos y paramos a tomar un refresco. Llevamos una buena marcha, y se nota en las piernas y algo en el calor que comienza a apretar. Marga y Eugenio no vienen “finos” hoy; acordamos que se suban en el autobús y retomamos la marcha. Cuando volvemos a encontrar el bus, bastante rato después, nos dicen que los dos se recuperaron algo y volvieron al camino. Fernando y yo los esperamos, para hacer el resto juntos.
Una vez llegan, y se reponen algo, cruzamos la carretera y retomamos un bonito sendero que transcurre entre maizales y viñas. Se hace largo, muy largo. Sobre las dos pasamos por una pequeña aldea y nos encontramos a dos chavales sentados en un banco. A la pregunta de si queda mucho para Caldas de Reis, nos responden en un perfecto gallego: “eso depende".
Continuamos la marcha y, tras aún largo rato, comenzamos a ver las primeras viviendas de Caldas. Por teléfono nos avisan que todo el grupo ya está en el restaurante donde hemos quedado para comer.
Llegamos al pueblo y sellamos nuestra credencial en un balneario, a la orilla del río Umia, que hace honor al nombre de la localidad: “Caldas”. El resto del grupo recibe con un aplauso a Marga y Eugenio, por el esfuerzo en terminar la etapa. Nos sentamos a comer.
El hambre aprieta, y aunque hacemos varios intentos de “colarnos”, en nuestro “turno”, Fátima, la camarera, nos mantiene a raya, hasta que nos toca. Hemos sido los últimos en llegar y ¡seremos los últimos en comer!, no hay piedad a nuestro hambre. Y eso que Rafa García trata por todos los medios, de “empatizar” con Fátima, incluso aceptándole un “peladillo” (nectarina), de postre. Al final, acabamos comiendo todos de todos los platos y así conseguimos hacer menos dura la espera.
Damos un paseo hasta el centro del pueblo y allí nos recoge el conductor, no sin antes pactar con la guardia municipal, que sólo será un momento de parada del autobús, y nos encaminamos para Santiago. En el trayecto, Jorge nos pone unas canciones de “nuestra época”, acabamos todos cantando, con los Formula V, Los Diablos, Palito Ortega, etc. El camino se nos hace corto.
Otro día más, y mañana habrá un nuevo trozo.
Un peregrino con corazón
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